El packaging es mucho más que protección o logística.
Es el primer contacto entre la marca y el consumidor, y tiene el poder de comunicar personalidad, valores y diferenciarse en un segundo. Un buen diseño de envase puede influir directamente en la decisión de compra.
Cada proyecto comienza con una fase de análisis: conocer el producto, su historia, el público al que va dirigido y el entorno competitivo. A partir de ahí, desarrollo propuestas visuales que integran estética, funcionalidad y coherencia con la identidad de marca.
Trabajo cada elemento —colores, tipografía, materiales, forma del envase— para lograr una experiencia coherente y memorable.
Diseñar un envase es diseñar una experiencia. Desde lo visual hasta lo táctil, todo comunica. Por eso apuesto por un packaging que sea funcional pero también emocional, que se recuerde y que cuente algo.
En cada proyecto busco que el diseño no solo embellezca, sino que potencie el valor del producto y fortalezca su vínculo con el consumidor.